Los Labubu invadieron las jugueterías, redes sociales, memes y hasta canciones. Este pequeño muñequito con dientes afilados y orejas puntiagudas pasó de ser un juguete asiático a un fenómeno viral en Tucumán. Pero, ¿por qué causa tanto deseo? ¿Qué representan? ¿Y cómo deberían acompañar las familias esta moda? LA GACETA habló con especialistas para entender el fenómeno desde lo emocional, lo social y lo comercial.
Símbolo social
Para la psicóloga clínica y perinatal Agustina Ramírez Bustos, con formación en crianza respetuosa, el deseo por un Labubu no está centrado en el objeto en sí, sino en lo que representa emocional y socialmente. “Los chicos quieren el juguete porque lo vieron en TikTok, porque lo usa un ídolo, porque todos lo tienen. Eso les da identidad, validación, pertenencia”, explica. Con su estética “tierna pero rara”, los Labubu permiten a las infancias identificarse con algo que no es perfecto ni hegemónico. “Muchos proyectan en ellos eso distinto que no encaja del todo. Y eso reconforta”, señala la psicóloga. También destaca el efecto de la modalidad blind box (caja sorpresa), una estrategia de marketing que activa el sistema de recompensa del cerebro y genera dopamina: “No saber qué versión va a tocar es casi como una apuesta. El deseo es rápido, impulsivo y muchas veces se esfuma apenas se abre la caja. Pero lo importante no es el juguete en sí, sino todo lo que pasa alrededor: la espera, el intercambio, la colección, el estatus, la conversación”.
Generar historias
Desde el marketing, la licenciada Lucía Moyano coincide en que el valor del Labubu no está en el objeto, sino en lo que permite construir y narrar. “No es solo un juguete: es una excusa cultural para vincularnos, para estar en la conversación”, señala. Su viralización responde a una fórmula efectiva: diseño llamativo, presencia en redes globales, sensación de escasez (por las ediciones limitadas) y fuerte simbolismo de pertenencia. “Genera FOMO con sus lanzamientos exclusivos y se instala como símbolo de una cultura digital global. En lugares como Tucumán, estas modas se apropian rápido, no tanto por lo que significan originalmente, sino por el deseo de estar al día, de no quedar afuera”, explica Moyano. Incluso las versiones truchas o exageradas forman parte del fenómeno: permiten jugar, reírse o acceder de forma más económica. Para ella, el caso Labubu no es aislado. A diferencia de otros virales recientes, este no se basa en explotar el dolor ajeno, sino en construir contenido visual, tangible y comercializable. “Habla de cómo construimos identidad hoy: con objetos que generan conversación. Y eso atraviesa edades. Está el fenómeno del kidulting, donde también los adultos consumen estas modas como forma de expresión, distensión o diferenciación”, agrega.
Identidad y consumo
Estos muñecos son más que un juguete o una tendencia pasajera: son una puerta de entrada para pensar cómo construyen hoy identidad. “Los Labubu son parte de los nuevos códigos de socialización”, explica la psicóloga especialista en infancias Natalia Gronda. El consejo para las familias es que en lugar de resistirse a estas tendencias, Gronda propone acompañarlas con interés genuino y mirada crítica. “Preguntar qué les gusta, mirar juntos un video, animarse a jugar, puede abrir espacios valiosos de diálogo y vínculo”.
Además, destaca tres oportunidades clave que pueden surgir desde el interés por estos personajes virales:
• Educar en pensamiento crítico: reflexionar sobre por qué algo se vuelve viral, qué emociones despierta, qué valores transmite.
• Fomentar empatía e inclusión: abrir conversaciones sobre los que quedan fuera de estas modas y promover el respeto por las diferencias.
•Potenciar la creatividad: invitar a los chicos a inventar nuevos personajes, dibujar, contar historias propias.
“Más que prohibir o ignorar, el desafío es estar presentes, con una mirada curiosa y adulta. Así, estas modas pueden convertirse en herramientas de crecimiento y no solo en consumo pasajero”, concluye.
El "monstruíto" viral que que es tendencia en los más chicos
En los últimos meses, una oleada de ansiedad con forma de muñequito aterrizó en las mochilas, carteras y vitrinas tucumanas. Se llama “Labubu” y en Tucumán ya tiene nombre propio, precio y merchandising de todo tipo.
“Primero vinieron a pedirme el muñequito de TikTok. Después aprendí que se llamaba Labubu”, cuenta a LG Play, Brisa, vendedora de un local en calle Congreso. “Los chicos llegan y te dicen: ‘¿tenés la Labubu?’. Ya saben lo que quieren. Y los padres también. A veces llegan confundidos, pero igual lo compran”. La cajita sorpresa es lo que más se vende. Es adictiva. El atractivo no es solo el muñeco, sino la expectativa por ver cuál te toca. Es eso lo que los engancha”.
La cajita sorpresa cuesta entre $16.000 y $37.500, según el local y la calidad. “Los originales solo se consiguen en la tienda oficial, que no existe en Argentina. Acá vendemos réplicas, pero muy bien hechas”, aclara Brisa.
Capibaras y otras modas
Nicole Villagrán trabaja en una juguetería de calle Muñecas. Desde hace un año ve pasar furor tras furor. “Después del capibara, la Labubu fue la más pedida. Vendemos unas seis cajitas por día, pero en vacaciones fue una locura. Incluso tuvimos días sin stock”, relata. La juguetería ofrece desde peluches grandes hasta figuritas coleccionables y mochilitas. “Esta moda está entre las más fuertes. No sabría decir si va a durar, pero ya desbancó al capibara”, analiza Nicole.
En un local de calle Mendoza, Karen Juárez coincide: “Los llaveros son lo que más sale. Después vienen las cajitas y las carteras.Esto llegó hace dos o tres meses. Fue un boom”. En las estanterías, además de los Labubus, hay objetos de Stitch, que también volvió a ponerse de moda tras el estreno de una nueva película.
“Todo es comprar”
Hace ocho años que Carlos Medina trabaja en una juguetería de calle 24 de Septiembre y ya perdió la cuenta de las modas que pasaron por las góndolas. “Los Labubu son la estrella ahora. Superaron a las LOL, a los spinner y están destronando al capibara”, asegura. Lo que más piden, cuenta, son las cajitas sorpresa y los accesorios coleccionables. “Es la estrella del momento”, repite, mientras señala mochilas, peluches y cajas que se agotan apenas llegan. El misterio de no saber qué personaje puede salir es parte del encanto. “No saben cuál les va a tocar, y eso los entusiasma”.